
Y así regresaron a Venezuela. Él llevaba el miedo en los ojos. Ella, la convicción de estar haciendo lo justo.
Tan sólo habían estado un par de años fuera de su tierra y ya se sintieron como unos extraños cuando volvieron. Su carro lleno de comida a la salida del supermercado les estigmatizaba a los ojos de sus vecinos.
Durante un tiempo, nosotros les mirábamos con una mezcla de compresión, de miedo, de compasión... pero siempre desde el calorcito democrático de la vieja Europa. Tan a salvo de ese tipo de caudillitos.
Pero hete ahí que al poco apareció en escena ZP. Ese aprendiz de brujo que miraba embelesado las gracias celestiales que adornaban al egregio Chávez.
Desde entonces hemos sido nosotros quienes, con miedo en los ojos, les hemos tratado de explicar el paralelismo entre los dos personajes. Y han sido ellos quienes nos han mirado con condescendencia... seguros de que seguimos viviendo en el calorcito democrático de la vieja Europa: nosotros no tenemos que hacer largas colas para comprar un kilo de leche en polvo, porque ha desaparecido de los supermercados; a nosotros no nos adoctrinan desde la megafonía de los mercadillos, con los discursos interminables del Presidente; nosotros estamos libres del espionaje revolucionario cubano, en forma de médicos de pueblo, con el que Castro les paga la gasolina; nosotros no tenemos que desconfiar aún del barbero y ser de la oposición aún no nos cuesta la vida.
En fin, que esta vez ellos tampoco son capaces de ver, desde allí, por qué España no les ayuda, no les tiende un puente, no reivindica su derecho a la libertad y a la democracia. Ellos, que nos siguen viendo como la Madre Patria, no son capaces de entender cómo no somos su voz en el mundo.
Ellos no son capaces de creer que ZP quiere ser como Chávez cuando sea mayor.
Hoy, sin embargo, se ha abierto una pequeña luz al final del triste túnel del Socialismo del siglo XXI, como tan pretenciosamente lo llama. El pueblo venezolano hoy, ha dicho NO al sueño totalitario del socialismo bolivariano. Pese a la opresión y al miedo. Pese a las cientos de horas de proclamas televisadas. Pese a las cadenas de televisión cerradas. Pese a tantos y tantos escollos, Venezuela ha dicho NO. ¡VIVA VENEZUELA!
...¡Pobre ZP!