jueves, 21 de junio de 2007

Fin de curso

En estos días todos andamos acabando el curso. Los peques están ansiosos por las vacaciones que se avecinan, los padres agobiados porque se avecinan las vacaciones de los peques, los universitarios apurando la preparación de los últimos exámenes… y los políticos, los que no tengan que repetir en setiembre, están ya preparando el próximo curso.

El jueves pasado fue la fiesta de fin de curso en el colegio de mis hijos. Se celebra en el enorme patio y está muy bien organizada y concurrida. Constituye un verdadero acto social en el que además de que los niños se divierten con juegos, competiciones deportivas, tómbolas benéficas y castillos hinchables, se recaudan fondos para una ONG y los padres aprovechamos el rato para charlar zampándonos un montado de chorizo a la barbacoa y un refresco –no hay bebidas alcohólicas-.

El mayor de mis hijos ha terminado 2º de la E.S.O. y la mayoría de sus compañeros lo son desde preescolar. Los padres, lógicamente, nos conocemos desde entonces y hemos conseguido mantener la relación entre nosotros todos estos años también. Cada curso organizamos varias reuniones -barbacoas en la sierra, cenas en algún restaurante, fines de semana culturales...- con y sin hijos, e incluso hemos organizado algún viaje algo más serio, el último a Roma.

Me resulta curioso experimentar una amistad surgida “por culpa” de nuestros hijos y no por la afinidad entre los padres. Y tal vez eso sea lo más llamativo y atractivo, la disparidad entre nosotros. En el grupo hay periodistas –de primera fila-, funcionarios, un militar de alta graduación, un par de médicos, amas de casa, secretarias, un par de empresarios, un empleado de banca, un policía… y, por supuesto, disparidad de pensamiento también.

Y diréis que qué os importa a vosotros, que si habéis caído por aquí será buscando un comentario más o menos político ¿no es cierto? Disculpadme este rollo bastante personal que me sirve para esbozar el preámbulo de lo que verdaderamente quiero plasmar hoy en el blog. Sólo quiero transmitiros un par de frases de la conversación que, durante la fiesta, mantuve con uno de estos amigos, el policía. Pertenece a lo que ellos denominan “Información” y es un alto cargo responsable de brigadas operativas en lucha antiterrorista. Y de su trabajo fue de lo que hablamos entre un montado de chorizo y otro de panceta, que una cosa no quita la otra.

Después de comentar la influencia de la política en el funcionamiento policial y de la guardia civil, de las consecuencias que en su trabajo ha traído la ruptura del falso “alto el fuego” de E.T.A., de la a veces calculada ineficacia del C.N.I., de la creación de ésa “guardia pretoriana” que aparenta ser la U.M.E… acabó confesando, algo que más que una confidencia me pareció casi un deseo o un ruego al cielo, un par de frases que me impresionaron:

“Para que funcione la lucha antiterrorista sólo hace falta que vuelva Fungairiño y que nos dejen hacer nuestro trabajo. Él y nosotros sabemos muy bien lo que tenemos que hacer”.

Y no es votante del PP.

(Fotografía de Ángel Casaña (elmundo.es). Toma de posesión como fiscal jefe de la Audiencia Nacional de Eduardo Fungairiño, en 1997)

4 comentarios:

Miss Peras dijo...

Comentando la entrada anterior Pop hablaba de respeto. Un imbécil, por definición, jamás respetará la labor ajena, y sin embargo el trabajo de verdad, no se improvisa y cada maestrillo tiene su librillo. Nuestra policía o nuestro Centro Nacional de Incompetencia no son gran cosa, -si no que me explique alguien el 11-M- y con los años van a peor porque, resulta obvio que no les dejan hacer su trabajo. Con la labor fiscal pasa lo mismo.
Algún día comprenderá alguien en España que el político no puede decirle a un piloto como pilotar, ni al profesor cómo dar su clase. Que nuestros representantes regulen, legislen y manden me parece estupendo; pero antes de edificar reglamentos y de tomar decisiones como apartar a Fungairiño, debieran hablar con los que saben.

Xixarro dijo...

¡Ay si te contara, Miss Peras! En mi trabajo cotidiano se mezcla tanto la política con el sentido común, que llega a ser gratificante y reparador ver como los usuarios del servicio público para el que trabajo tras escucharme a mí o a compañeros míos, extraen como conclusión que la política se entromete en asuntos que no le conciernen. Pero el populacho está también acostumbrado a cabrearse y a escuchar por televisión, o leer en prensa que tal o cual político, cual Agustina de Aragón, se lanza a las barricadas a proclamar leyes y a bramar improperios contra tal o cual abuso. Populismos baratos de los que no estamos exentos de tentación de escuchar ningún votante, por desgracia.

Ya lo dijo el sabio: Zapatero a tus zapatos. Que aparte de referirse a que ZP cambiara de profesión y se pasara al viejo gremio artesanal y dejara la política para profesionales y competentes, quería decir que cada político debe dedicarse a sus cometidos como parlamentario, concejal, senador, alcalde, presidente, etc. y dejar que otros se encarguen de las tareas que sí conocen y para las que están cualificados. Tareas que deben llevar a cabo ingenieros, jueces, policías, médicos, etcétera. La administración debe velar por el buen funcionamiento de las instituciones, empresas, negocios, y otros a través de la creación de leyes y la observación de su buen funcionamiento, una vez llevadas a la práctica, pero no actuar como los profesionales a los que van dirigidas.

Así la justicia funcionaría mejor, seguro. Y el tráfico también.

He dicho.

Butzer dijo...

Ahí está la respuesta. No les dejan hacer su trabajo Demasiados intereses ocultos y demasiada manipulación de los cuerpos de seguridad.

Gazulin dijo...

El intervencionismo estatal hasta en la justicia se asemeja mas a otro tipo de regímenes que ante una democracia.