sábado, 29 de noviembre de 2008

EL SINVERGÜENZA


Pepiño, Pepiño. Ya no podías caer más bajo. Mofarte del atentado que sufrió una persona, compatriota tuya, colega político, presidenta del gobierno de una región de España, que se encontraba allí en viaje oficial es algo que, aunque cuadra con la imagen que yo ya tenía de tu persona, no esperaba ver nunca de ti. Prefería estar equivocado.

Supongo que, con las mismas razones con las que tú viertes tus babas de sapo contra doña Esperanza Aguirre hoy, deberías mofarte de todas las víctimas de atentados terroristas que salen corriendo de una situación similar, incluidas posibles tropas de ejércitos o policías afectados. Supongo que, con el aliento nauseabundo que desprende tu discurso de hoy, nos vienes a decir que tú sacarías pecho en semejante situación y, proclamándote cabecilla de la resistencia, dirigirías a los turistas, convertidos en grupos de asalto antiterrorista, y habrías acabado con el atentado, para luego izar en el recibidor de aquel hotel la bandera del puño y la rosa (que hoy debe de estar marchita, por tener gente como tú que la defiende o la enarbola en beneficio propio).

Malnacido eres. Malnacidos todos los que aplaudieron ésas, tus palabras. ¿Ésa es la España que quieres representar?

Sinvergüenza.