
El jueves pasado fue la fiesta de fin de curso en el colegio de mis hijos. Se celebra en el enorme patio y está muy bien organizada y concurrida. Constituye un verdadero acto social en el que además de que los niños se divierten con juegos, competiciones deportivas, tómbolas benéficas y castillos hinchables, se recaudan fondos para una ONG y los padres aprovechamos el rato para charlar zampándonos un montado de chorizo a la barbacoa y un refresco –no hay bebidas alcohólicas-.
El mayor de mis hijos ha terminado 2º de la E.S.O. y la mayoría de sus compañeros lo son desde preescolar. Los padres, lógicamente, nos conocemos desde entonces y hemos conseguido mantener la relación entre nosotros todos estos años también. Cada curso organizamos varias reuniones -barbacoas en la sierra, cenas en algún restaurante, fines de semana culturales...- con y sin hijos, e incluso hemos organizado algún viaje algo más serio, el último a Roma.
Me resulta curioso experimentar una amistad surgida “por culpa” de nuestros hijos y no por la afinidad entre los padres. Y tal vez eso sea lo más llamativo y atractivo, la disparidad entre nosotros. En el grupo hay periodistas –de primera fila-, funcionarios, un militar de alta graduación, un par de médicos, amas de casa, secretarias, un par de empresarios, un empleado de banca, un policía… y, por supuesto, disparidad de pensamiento también.
Y diréis que qué os importa a vosotros, que si habéis caído por aquí será buscando un comentario más o menos político ¿no es cierto? Disculpadme este rollo bastante personal que me sirve para esbozar el preámbulo de lo que verdaderamente quiero plasmar hoy en el blog. Sólo quiero transmitiros un par de frases de la conversación que, durante la fiesta, mantuve con uno de estos amigos, el policía. Pertenece a lo que ellos denominan “Información” y es un alto cargo responsable de brigadas operativas en lucha antiterrorista. Y de su trabajo fue de lo que hablamos entre un montado de chorizo y otro de panceta, que una cosa no quita la otra.
Después de comentar la influencia de la política en el funcionamiento policial y de la guardia civil, de las consecuencias que en su trabajo ha traído la ruptura del falso “alto el fuego” de E.T.A., de la a veces calculada ineficacia del C.N.I., de la creación de ésa “guardia pretoriana” que aparenta ser la U.M.E… acabó confesando, algo que más que una confidencia me pareció casi un deseo o un ruego al cielo, un par de frases que me impresionaron:
“Para que funcione la lucha antiterrorista sólo hace falta que vuelva Fungairiño y que nos dejen hacer nuestro trabajo. Él y nosotros sabemos muy bien lo que tenemos que hacer”.
Y no es votante del PP.
(Fotografía de Ángel Casaña (elmundo.es). Toma de posesión como fiscal jefe de la Audiencia Nacional de Eduardo Fungairiño, en 1997)