jueves, 31 de enero de 2008

¿DEBEMOS VOTAR A RAJOY?




Pues no sé, pero piensen ustedes lo que quieran, después de ver esta foto. Que Zapatero se ganó a pulso la antipatía de los mandatarios gubernamentales francés y alemán, es de todos conocido (apoyó públicamente la posible victoria de Segolene y Schröeder en Francia y Alemania, respectivamente). Pero viendo como ha sido la política exterior de ZP, que voy a permitirme recordar brevemente: Alianza de Civilizaciones -¿qué será eso?-, Cuba, Venezuela, Bolivia -que lo están sufriendo las empresas españolas afincadas en ese país-, Marruecos -que no para de reivindicar la patria potestad de Ceuta y Melilla, mucho más antiguas que su país, y de las Islas Canarias-, y algún otro que puede que olvide ahora (recordádmelos, por favor).


Sigo insistiendo: ¿será malo para España que gobierne Rajoy? Bueno, no sé, de verdad no lo sé, pero yo estoy por la labor de pensar que va a ser mucho mejor que este señor dirija este país a que siga un señor como ZP, y apuesto por ello con plena convicción.
No sé, pero siempre podemos seguir como estamos y que tengamos ministras con chuletas en la
mano, porque no se saben lo que tienen que decir (y, por silogismo, menos saben aún lo que tienen que hacer), talmente como la Chacón, tan simpática ella. En fin, que de verdad, me asusta pensar que podamos tener otros cuatro años de ZP... pudiendo tener un señor más competente
al frente del Gobierno.

lunes, 28 de enero de 2008

HACER EL EGIPCIO


Nuestro Faraón, Zapatero I, ha dado con la clave para que las familias lleguen a fin de mes: regalará 400 euros, que salen del bolsillo de todos, para ir al bolsillo de casi todos, a partir de junio próximo. Dicho en plata: si usted vota a Zapatero, Zapatero le dará 400 euros. Como siempre, en su máxima incapacidad creativa, han puesto en bandeja al PP la fórmula para ganar las elecciones o, en todo caso, rebatir al PSOE con una propuesta mejor: el PP debe regalar 600 euros a todas las personas que declararen la renta y, además, 400 euros a los que no declaren y, encima, 1.000.000 de euros a los que defrauden a la hacienda pública. Así llegan a todos. Si es que nos lo ponen a huevo, de verdad.

Pero a mí me preocupa más el fondo de todo esto: Si en mi trabajo alguien acudiera a mí y, para solucionarle un problema particular, me ofreciera dinero –por ejemplo, 400 euros, que sacaría del depósito de caja desde donde se pagan las nóminas a todos mis compañeros de trabajo-, me estaría chantajeando o sobornando. Independientemente de que pudiera ser constitutivo o no de delito, es algo que tiene un claro carácter inmoral. Me estaría comprando mis servicios para sus intereses particulares, cuando mi opinión debería ser imparcial.

Pero peor puedo pintarlo si especifico más aún esa imaginaria situación: supongamos que mi visitante me paga 400 euros –que ya hemos dicho que proceden del dinero de todos mis compañeros de trabajo-, por mirar hacia otro lado y dejar que este señor tan amable y talentoso siga sentado en un sillón, con la posibilidad de hacer y deshacer lo que se le antoje y arrastre a la ruina moral y económica a todo un país.

Supongamos que, vista mi dificultad para llegar a fin de mes, teniendo o no que alimentar a una familia, educar o no a unos hijos, atender o no a mis familiares mayores y, con lo que me sobra, permitirme algún capricho que me de alguna que otra alegría en esta vida limitada y única que nos ha tocado vivir, acepte esos 400 euros anuales (unos 33,33 euros mensuales) y mire hacia otro lado. Supongamos que, visto el currículo que arrastra el individuo que me propone semejante trato de soborno y/o chantaje, en el que el individuo no ha conseguido nada productivo para el país, en el que se ha dedicado a crear leyes más o menos mediáticas, pero poco interesantes y prácticas para la mayoría de habitantes del país, en el que se ha trabajado en la sombra, ocultando la verdad de sus actos, reconociéndolo después abiertamente, diciendo que nos ha mentido y pidiéndonos su confianza pese a ello. Supongamos que pese a todo ello, nosotros no damos importancia a esas cosas y lo que miramos es que nos van a dar 400 euros si le votamos y con eso ya damos por solucionados todos nuestros problemas.

Supongamos que eso es lo que yo acepto en mi trabajo y, de cara a los demás (pues sería algo que se haría público), pongo cara de satisfacción. Mis compañeros, a los que les he sustraído parte de su salario aceptando el acuerdo del desconocido que me visitó, probablemente me verían como una persona que ha actuado egoístamente y de forma inmoral. Posiblemente, la parte que les he sustraído de su salario, a cada uno de ellos, sea algo insignificante –quizá un euro por persona-, así que no debería tener remordimientos de ningún tipo, pues poco afecta a quienes han de sufrir mi facilidad de cesión ante un desconocido.

Pero es que, además de quedarme con el dinero de mis compañeros, ayudo a que un incompetente, incapaz de convencer a nadie ni de mostrar hechos objetivos que le avalen, se dedica a comprar mi interés para seguir con su persona en un lugar de relevancia, mientras yo miro para otro lado.

A esto, coloquialmente, se le dice “hacer el egipcio”.

Yo no pienso “hacer el egipcio” en las próximas elecciones, sobre todo porque no quiero que parte de mis impuestos vayan a parar a otros “egipcios” que sí cedieron. Quiero que mis impuestos vayan destinados allá donde hagan falta y no a los bolsillos de unos particulares que, por flaqueza o necesidad extrema, aceptaron unos cuantos paupérrimos euros y no confiaron en que había otra persona que podía cambiar su situación y mejorarla, sin contar con aprovecharse de otras personas para ello.

Terminemos con una sugerencia: en caso de que no aceptemos “hacer el egipcio”, siempre podemos votar al PP. Quizá las cosas así irían mucho mejor y no recibiríamos visitas de faraones iluminados.

miércoles, 16 de enero de 2008

Ambición

Hoy es uno de esos días en los que no encuentro mucho motivo para hablar bien de los míos. El bochornoso espectáculo de Aguirre, Gallardón y Rajoy es imperdonable. A veces pienso si los popes de Génova son humanos, si ven en la calle lo mismo que nosotros y, sobre todo, si tienen los mismos intereses. Muchos de nosotros, las bases, estamos ilusionados con derrocar al nefasto presidente del actual Gobierno en las próximas elecciones y en ello ponemos todo nuestro empeño. Trabajamos en las sedes de nuestro distrito o municipio con el propósito de que un Gobierno serio y coherente, del PP por supuesto, vuelta a tomar las riendas de una España que lo necesita como agua de mayo. Pero ¿qué coño quieren nuestros líderes? ¿Quieren lo mismo que nosotros o simplemente coinciden con ello como medio de satisfacer su desmedida ambición?


Como escribía más arriba, el espectáculo de ayer protagonizado por Aguirre, Gallardón y Rajoy (por orden alfabético) con Acebes de testigo, es bochornoso e imperdonable. Y a cada uno lo suyo, que los tres tienen su culpa. La prensa ya se ha hecho eco enfocando el tema según interesa a cada pluma. Para unos Gallardón ha sido presa de su propia ambición, para otros ha sido la víctima de Aguirre, otros más opinan que Rajoy no zanjó a tiempo las disputas entre ambos y, finalmente, los de siempre vocean a los cuatro vientos una insalvable crisis en la cúpula del PP. Y casi todos tienen razón.

Es cierto que Gallardón siempre ha sido etiquetado como un político ambicioso. Él nunca ha ocultado sus intereses, algo que le honra, pero tal vez haya apuntado demasiado alto cometiendo un pecado de falta de modestia... o de menosprecio de sus rivales y compañeros de filas. Que es un excelente candidato para lo que se proponga es cierto, sus cifras le avalan: cuatro elecciones seguidas ganadas por mayoría absoluta, casi nada. Cierto es también que genera antipatías dentro y fuera del PP, pero son contrarrestadas con las simpatías que a la vez hace florecer. Es bien recibido donde ningún otro líder del PP lo será jamás y ha coqueteado con personas y ambientes impensables para la más rancia derechona que cohabita en nuestro partido. Pesca votos donde ningún otro pepero lo hace. Cometió el grave error, nunca perdonado por las altas instancias del partido, de lanzar a su delfín Cobo a estrellarse contra Aguirre en una candidatura suicida a la presidencia del PP de Madrid. Una candidatura surgida de un cabreo personal, he aquí otro error, y que no fue encabezada por él mismo como debía haber sido. El PP de Madrid les barrió de un plumazo a Cobo y a él en su alocada aventura. Fue el primer aviso de que las zarpas de Aguirre son afiladas. En el Ayuntamiento de Madrid navega con sus pocos incondicionales a los que ha convertido en una guardia pretoriana. Tiene fama de inaccesible y su núcleo duro -Cobo, Calvo y en un segundo escalón Botella, Moreno y algún otro- son los que reparten el bacalao. El resto de concejales son imposición de Génova -ente con vida propia- y Aguirre, omnipresente en cada rincón de Madrid. Con sus pocos apoyos y más antipatías que afinidad en Génova, se ha ido labrando una cierta desconfianza en el seno del partido, una imagen muy distinta a la del típico "hombre de la casa". Aún así, siendo cofundador de nuestro partido y habiendo dedicado más de treinta años a la política en las mismas filas ¿no se merecía un sitio en las listas de Madrid?

Pero el problema no es tan simple. Lo que puede parecer un simple capricho, ser diputado por Madrid, encierra en el fondo un afán de posicionamiento. Mucho me temo que el codazo en la boca del estómago que Aguirre ha propinado a Gallardón obedece exactamente a lo mismo, a querer estar en primera fila para "ser" el recambio natural. Ambos lo desean pero ¿por qué? ¿Se huelen un descalabro electoral y quieren optar desde hoy a la sucesión de Rajoy? Es lícito, sí, pero inoportuno y extremadamente ambicioso.

Aguirre ha demostrado ser una dama de hierro a la española. No está dispuesta a ceder ni un sólo ápice de terreno a nadie. También ella está rodeada de su círculo de fieles pero este es mucho más amplio que el de Gallardón pues cuenta con la incondicional simpatía de las bases que pesan mucho. Su núcleo duro, más reducido, tiene mayor peso en el PP nacional y muchos integran una buena parte incluso de la ejecutiva nacional. Sus apoyos, por tanto, parecen hoy por hoy mucho más firmes.

El lamentable suceso de ayer demuestra que ambos, Aguirre y Gallardón, son dos gallos de pelea -como bien escenifica Xixarro en su post- que no quieren quedar atrás y aspiran saciar su ambición con sillones de aterciopeladas orejas y muy alta posición. En su anhelo no se han parado a pensar si su postura es la mejor para el PP y la más adecuada para un partido que afronta unas generales a cincuenta días vista. Ambos la han cagado. Han mostrado el lado más amargo del político ambicioso y han generado una profunda grieta en la imagen del PP y del propio Rajoy que puede costar muy caro el próximo 9 de marzo. De momento y sin hablar del electorado, han generado en gran parte de las bases -como es mi caso- un descontento nada halagüeño.

Rajoy tampoco ha sabido estar a la altura. El problema se veía venir desde muy lejos y en vez de lamentarse hoy de "la legislatura que me han dado entre los dos" debería haber solucionado el asunto mucho tiempo atrás. Tal vez haya intentado que las aguas no saliesen de sus respectivos cauces... sin darse cuenta que en la cúpula de un partido político existe un único cauce, el del líder, en el que tienen que navegar sin fisuras todos sus subordinados. No ejerció la debida autoridad en su momento y ahora la misma queda cuestionada aún después de haber expulsando a los dos moscones, Aguirre y Gallardón, de las listas de Madrid de un tardío manotazo. En todo caso, en disculpa de Rajoy diré que no debe ser muy agradable contemplar cómo dos de tus peones empiezan a reclamar tu corona... ¿estaré fatalmente enfermo o va a ser un regicidio? Yo le aconsejaría que no se fiase ni de su padre aunque, con seguridad, así lo hará como buen gallego que es.

El panorama se completa con viejas figuras que recuerdan a otros tiempos -Zaplana, Acebes...- y que, hoy más que nunca, cuestiono si deben continuar en primera fila. Sé que los próximos cincuenta días debo -debemos todos- estar ahí, como una piña con Rajoy -lo que no han sabido hacer Aguirre y Gallardón- e intentar ganar las elecciones por el bien de España y de todos los españoles. Pero creo que no estamos en las mejores condiciones para conseguirlo. Y yo hoy, además, no tengo ganas de campaña.

GRACIAS GALLARDÓN, GRACIAS AGUIRRE.

Esta mañana me he despertado con la desagradable noticia de la refriega callejera que, una vez más, Gallardón y Aguirre, han escenificado ante su jefe de filas, Don Mariano Rajoy. Como consecuencia de esta pelea de gallos, el PP puede haber perdido prestigio e imagen, justo cuando se anunciaba un fichaje que con toda probabilidad iba a dotar al partido de más méritos para ganar las elecciones generales del mes de marzo, y que era el de Manuel Pizarro, expresidente de Endesa.

Este problema no ha tardado en ser aprovechado desde las filas del PSOE, como era de esperar, para intentar cuestionar la capacidad de liderazgo de Don Mariano. Bien, yo creo que no hay nada que cuestionar y lo que ha ocurrido es que se ha tomado una decisión, con sus riesgos, para bien o para mal –el tiempo dirá-, y lo que se ha afirmado más, si cabe, es este liderazgo en la dirección popular.

Más ejemplos tiene el PSOE que hace cuestionar no solamente el liderazgo de Zapatero, sino la propia razón de existencia de este partido que en estos días y desde el gobierno de la nación anda a traspiés y para muestra, estos nombres (sus circunstancias nos vendrán pronto a la memoria a todos): Maragall, Montilla, Patxi López, Chaves, Bono, Chacón, Touriño... Bueno, quizá sea oportuno recordarle al PSOE que en su partido todos tiran de la cuerda para sí y no son, por tanto, una buena opción, hoy en día, para el gobierno de España.

Creo que Don Mariano Rajoy ha tenido un debate sobre la mesa que ha sabido solucionar de la manera más lógica posible y en ningún momento ha demostrado no ser capaz de dirigir a la Nación desde la presidencia del gobierno. Los votantes afines a Gallardón no deben dejar de pensar que si su intención era votar al alcalde de Madrid, lo que hacían era votar al PP y, por tanto, su intención de voto no debe cambiar. Asimismo, los que pudieran pensar que el PP podría derivarse “hacia la derecha” con esta solución, están equivocados. El PP no plantea un gobierno “de derechas”, sino para todos, en beneficio de todos, estén incluidos gallardones, aguirres, o torrebrunos. No olvidemos eso ni caigamos en la fácil intoxicación que, desde el PSOE, se intenta introducir en nuestro pensamiento. Desde el PP no se ha hablando nunca de “gobiernos de izquierdas”, en referencia al PSOE, pues esto sería como decir que el PSOE pretende gobernar para sus votantes. Siendo justos pues, no es apropiado decir que el PP, en caso de ganar las elecciones, va a crear un “gobierno de derechas”. Repito que será –con la confianza de una mayoría del electorado-, un gobierno para todos; tanto para los que le votaron, como para los que no.